25 de septiembre del 2011. Bill Haas pegaba un tiro épico desde el hazard, para terminar ganando el Tour Championship y los 10 millones de dólares de la Fedex Cup. Muchos se preguntaban…quién es Bill Haas?. Hasta ese momento era un sólido jugador de PGA Tour, pero esta hazaña le cambiaba por completo la carrera y la vida.
Como si le faltaran más alegrías…Bill entró al equipo de la Presidents, capitaneado por su padre, Jey. Menos de un mes después de su triunfo en East Lake, estaba levantando la Copa con su padre entre lágrimas y abrazos.
Luego de ese mítico 2011, Bill fue muy regular y volvió a ganar en 2012, 2013 y en 2015. Si ponemos pausa en aquel 2015, su carrera ya tenía: 6 victorias en el Tour, 1 Fedex Cup, y tan solo 33 años. Su carrera parecía encaminada para seguir creciendo y sostenerse en la elite del golf por muchos años más, así como lo había logrado su padre en sus años dorados.
Pero todos sabemos que la vida no es todo color de rosa. Y esta sección desde su génesis tuvo como objetivo mostrar más a la persona que al golfista. Cada profesional que vemos en televisión tiene sus problemas, como todos. Visibilizarlos nos permite acercarnos más y entender el por qué de muchas tendencias en sus carreras.
Cuando menos te lo esperas la vida puede darte un cachetazo y bajarte de las nubes…
13 de febrero de 2018. Pacific Palisades, Los Ángeles, California. Era la semana del clásico Genesis Open en Riviera. Mark Gibello conducía su Ferrari por Chautauqua Boulevard, en el asiento de acompañante iba Bill Haas. Se habían conocido gracias al swing coach de Haas (Billy Harmon), y esa semana Mark lo estaba hospedando a él y a toda su familia.
Gibello estaba conduciendo rápido, perdió el control y terminó chocando de frente contra un BMW y una camioneta Toyota conducida por el famoso actor Luke Wilson. Luego del impacto, el auto chocó contra un poste de luz y terminó absolutamente destruido al costado de la calle. Milagrosamente Bill Haas logró salir del humo y los escombros y llamó rápidamente al 911.
Mark Gibello fue encontrado muerto. Tenía 72 años, y dejó a su esposa Kris, 4 hijos y 7 nietos.
Para la sorpresa de todos los presentes en la escena del choque, Haas no sufrió lesiones graves, sólo algunos cortes en las piernas. Aunque el impacto no dejó muchas marcas en su cuerpo, las cicatrices emocionales existen, y pueden ser incluso más difíciles de superar.
Luego del accidente, Bill se tomó unas semanas de descanso para recuperarse y volvió a la competencia. Sin embargo, nunca fue el mismo. Mente y cuerpo tienen que sincronizarse y fluir para lograr resultados en un juego tan complejo. Haas estaba lidiando con la culpa del sobreviviente y con todo el trauma de semejante tragedia. Recibió apoyo psicológico y su familia cumplió un rol clave durante todos esos meses.
“Hasta el día de hoy sigo pensando en el accidente, lo sueño despierto. Tuve mucho miedo, y pienso en qué podría haber hecho diferente.” Estos momentos marcan un antes y un después en la vida de cualquier persona, y cambian por completo la perspectiva.
Desde aquel 2018 Bill Haas nunca volvió a clasificar entre los mejores 125 de la Fedex Cup. El año pasado en el Puerto Rico Open decía “Obviamente que preferiría estar entre los mejores del mundo, jugando los WGC y los majors. Me duele no estar ahí, pero al final del día es golf…simplemente golf”
Pese a todo, no deja de intentarlo. Ama el golf; ama la competencia…y hoy, a sus 39 años todavía sueña con regresar a su mejor nivel. La temporada pasada jugó 20 torneos, fallando 15 cortes.
Si logra volver a su mejor versión será una historia increíble, de esas que aparecen en las películas. Al final de cuentas, la vida de Bill ya tuvo varias escenas inolvidables, desde tocar el cielo con las manos en Atlanta 2011, hasta pasarle muy de cerca a la muerte en 2018.
Claramente el camino no será sencillo, pero el bienestar mental es más importante que cualquier victoria.
No se puede hacer nada para cambiar lo que pasó, pero sí lo que viene. Ojalá sigamos viendo a Bill Haas hacer lo que más le gusta. Los mantendremos al tanto.
Por Martín Rodríguez Consoli