Efecto WALA: la llama que encienda el fuego del golf femenino

Los cambios de era no se dan de la noche a la mañana. Menos aún si hablamos sobre un deporte tan clásico y arraigado a las costumbres como el golf. “Un deporte de caballeros”.

Estamos en 2022, y siguen existiendo clubes con salones exclusivos para hombres. En otros las mujeres sólo pueden jugar algunos días específicos…y hace pocos años en algunos no podían ni siquiera ser socias. St. Andrews las admitió recién en 2014.

Allí, en la casa del golf, hubo por muchos años un cartel que decía “No dogs, no ladies. Prohibidos perros y mujeres”. La placa ya no está. Hace años la guardaron. Pero esas palabras están grabadas en la memoria de muchas mujeres que chocaron contra ella cuando pretendían entrar al histórico club house. Resumen una discriminación histórica.

En Latinoamérica, lamentablemente, la situación nunca ha sido muy diferente. Partiendo de esta base, no es difícil adivinar la diferencia en cantidad y calidad que reina entre el golf masculino y femenino.

En la región prácticamente no tenemos torneos de mujeres profesionales. La competencia amateur también es muy precaria en comparación a los demás continentes. Como las camadas son pequeñas en número, no hay grandes batallas internas que motiven al crecimiento. Justamente esto es lo que impide que las latinas puedan adaptarse con facilidad a las exigentes ligas universitarias estadounidenses, porque el choque de nivel suele ser demasiado fuerte.

No estamos descubriendo la pólvora al hablar de las dificultades que tienen los y las deportistas de la región. Sabemos que los golfistas enfrentan problemas similares. Pero haciendo un paralelismo, observamos que las mujeres están todavía muy lejos de algo parecido al PGA Tour LA.

En el WALA escuchamos planteos interesantes, como el de la chilena Paz Echeverría: uno de los principales problemas para el desarrollo del golf femenino en la región es la falta de entrenadoras; chicas siendo acompañadas por mujeres que han estado en su situación. Esto podría generar más empatía y favorecer a la consolidación de muchas chicas en nuestro deporte. El problema radica en el status de profesional que se exige a los/las coaches, y como mencionamos, la escasez de mujeres profesionales. La propuesta de una modificación que permita dar clases a aficionadas con una capacitación certificada podría ser interesante para generar un cambio.

Sacar un estigma es algo más complejo, que requiere trabajo y tiempo: el golf está visto socialmente como un deporte exclusivo, de clase alta, y para hombres. Estos rótulos generan que muchas chicas ni siquiera lo prueben. Es un problema social que excede lo deportivo, pero sin dudas lo afecta.

Por eso creemos que el aspecto comunicacional es fundamental y tiene un efecto multiplicador. Cuando Valentina Rossi levitó por Nueva York y llegó hasta las semis del US Amateur recibimos muchos mensajes de pequeñas golfistas. La siguieron toda la semana por redes. Cuando Maggie debutó en los Olímpicos. Cuando juega un campeonato mayor o pelea en Europa…lo mismo. Los éxitos funcionan como vidriera, inspiran y trascienden el mero resultado deportivo.

El domingo en el green del 18 se abrazaron 9 argentinas. De Rosario, de San Martín de los Andes, de La Pampa, de Buenos Aires, de Córdoba. Algunas de 16 o 17 años…otras de 20 o 21. Algunas lloraron de la emoción. Porque ganó Valentina, pero también ganó el golf femenino argentino.

El WALA reunió a las mejores 60 aficionadas de la región. Ojalá varias de ellas se transformen en profesionales y alcancen sus sueños. El contexto socio-económico de la región no es alentador. Pero un evento como el que vivimos la semana pasada enciende una pequeña llama de esperanza. Falta mucho, pero con figuras del peso de Annika marcando el camino, un futuro mejor no parece tan inalcanzable.

Por muchos más WALAs. Por más difusión del golf femenino. Por más chicas jugando y disfrutando de este hermoso deporte.

Martín Rodríguez Consoli

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