Pasó un año y medio desde su última victoria, y en medio, el comienzo de una pandemia, un swing que tuvo que cambiar, un coach y dos Masters. Era momento de que Rory Mcilroy vuelva ser quien fue, y en Quail Hollow, lugar que lo había tenido dos veces campeón, lo consiguió.
Lejos de comenzar en los primeros planos, Rory dijo que el jueves, luego de pegar un hierro 3, sintió una contractura en el cuello que le dificultaba a la hora de hacer el backswing, y que de haber tenido que empezar a la mañana, se habría retirado. La suerte le jugó a su favor y pudo recuperar una parte de su movilidad, que le permitió cerrar un discreto 72 (+1) por la tarde.
El viernes, ya más suelto, firmó una tarjeta de 66 golpes (-5) producto de 6 birdies y 1 bogey, que lo acomodaron en los puestos altos. El día siguiente había comenzado de gran manera, con 3 birdies en los primeros 9 hoyos, que hicieron imaginar que el norirlandés estaba desfilando a su tricampeonato en Charlotte, pero un doble bogey producto de una mala salida desde el tee frenaron su galope, y abrieron la competencia para el día final, que comenzaría con Keith Mitchell en punta (-9), y con Mcilroy a dos golpes.
Se puso en marcha el último día, y Keith Mitchell terminaría cerrando con un birdie y dos bogeys la primera vuelta, siendo desplazado del primer puesto por Rory, que llegaría al tee del 10 con dos birdies. A partir de ahí, el nombre de Abraham Ancer, que aparentaba no traer peligro, iba a sumarle incertidumbre al final, ya que con birdies en el 11, 15, 16 y 17, obligaría al puntero a no relajarse.
Birdies al 14 y 15 le daban ventaja de dos golpes al ganador de cuatro Majors, que a base de pares, pudo sortear las dificultades del 16 y 17, y se ubicó en el tee del 18 a la espera de una buena salida que le facilitara el cierre. Su madera salió por la izquierda, y dejó su bola casi escondida sobre el empinado rough que rodeaba un semi arroyo, lugar que incomodaba su stance e imposibilitaba cualquier intento de salida. Unánime con su caddie, dropeó y pegó un hierro fenomenal desde casi 200 yardas que se alojó en el green.
Con dos putts para campeón, hizo lo indicado y así despejó toda duda sobre si el drop era la decisión acertada o no, llevándose así su tercer Wells Fargo Championship, y levantando un trofeo luego de 18 meses de incertidumbre.
Respecto a su juego este fin de semana, destaca la distancia lograda desde el tee, alcanzando más de 350 yardas en reiteradas oportunidades, aunque no siempre al fairway. Un dato revelador: Rory no se encontró en el top 10 de tiros ganados desde el tee, que habla de la inconsistencia en sus salidas. Luego, su juego de hierros y wedges fue estupendo, ya que en estos palos encontró la manera de darse oportunidades de birdies, o en su defecto, de salvar una mala salida, con sacadas de bunkers y lo ocurrido en el final. Por último, su más destacable área de juego fue el green, ya que la estadística marcó un 52/52 en putts desde los 6 pies, y sumado a algunos birdies desde más de 20, demostró nuevamente que los torneos no se ganan sin el putter.
La victoria lo deposita en el puesto 17 de la FedEx Cup, competencia que ganó en 2019, y le dará confianza para encarar el Pga Championship, que comienza en dos semanas y ya lo tuvo como campeón en 2012 y 2014.