En 1997, un chico de 7 años con ascendencia tongana y samoana de Salt Lake City, Utah, veía por primera vez junto a su padre un torneo de golf. Veía a un joven de 21 años que se vestía dominando Augusta. “Algún día puedo hacer eso, algún día puedo jugar el Masters” pensaba Tony.
Pero no sería cosa fácil. En particular, económicamente. Kelepi, padre de Finau, trabajaba en un aeropuerto para mantener una familia de nueve. Pero quería cumplir el sueño de sus hijos (Gipper, hermano de Tony, también soñaba con jugar al golf). Apenas alcanzaba para baldes de pelotas, ni hablar de green fees. Pero ¿Quién les iba a enseñar?
Su padre sería quien llevara a cabo esa tarea. Consiguió el libro “Golf my Way” de Jack Nicklaus, compró palos viejos usados que cortó y puso un colchón en el garage con alfombras. De un lado, pegaba Tony, del otro Gipper. Así, pegaron millones de pelotas entre los dos. Con un cartel colgado que tenía 3 reglas: Escuchar, ser serio y no abandonar.
Después de un tiempo, fueron a jugar a una cancha par 3 cerca de su casa. Al ver la seriedad de los hermanos, el pro del club les dejó jugar gratis todas las tardes. Ahí fue donde pulieron su juego, especialmente dentro de las 100 yardas, como decía el libro de Jack Nicklaus.
Ambos, prodigios del golf junior, se caracterizaban por sus largas distancias, aunque el driver fue el último palo que aprendieron a pegar. Iban de torneo a torneo en Utah ganando. Ganaban torneos colegiales en un colegio que ni tenía equipo de golf. Con 16 años, Tony ganó el Utah State Amateur. También con 16 años, Gipper jugaba un torneo del Nationwide Tour, ahora Korn Ferry Tour, y pasaba el corte.
Apenas, terminó el colegio Tony se hizo profesional. Tenía ofertas de Stanford y muchas más, tenía ofertas para jugar al básquet universitario. Pero igual lo hizo. Y así desde 2007 que luchó por todos los tours clasificatorios al PGA Tour, pero no lo consiguió. En 2009, él y su hermano compitieron en el reality de Golf Channel, The Big Break. Tony terminó segundo.
Fue en 2011 que sucedió lo peor. La madre murió a los 47 años en un accidente de auto y él desarrollo una úlcera estomacal que lo dejó sin poder caminar por 5 semanas, y sin poder hacer un swing por 8. Pero, ahí fue cuando despertó. Ganó torneo tras torneo en los mini tours. Con la tradición de vestir verde los domingos, ya que era el color favorito de su madre. En 2013, consiguió la tarjeta a lo que ahora se llama Korn Ferry Tour. Para la temporada 2014-2015, consiguió la tarjeta al PGA Tour. Obtuvo 5 top-10. En el 2016, consiguió su primer torneo en el Puerto Rico Open.
Haciéndose fuerte con sus distancias, Tony ya es considerado uno de los jugadores top del mundo. Compitió para Estados Unidos en la Ryder y la Presidents Cup. En 2019, vería en primer plano como su ídolo de chico levantaba una vez más el Masters. Pero, las victorias no llegaban. Luego de Puerto Rico, obtuvo 8 segundos puestos con 3 en hoyos extra, 40 top-10. Hasta que el lunes pasado llegó.
Con una ronda espectacular, 65 golpes y en un desempate con Cameron Smith, finalmente Tony se llevó la merecida victoria en The Northern Trust, frente al skyline de Nueva York.
Siempre siguiendo las 3 reglas de su padre: escuchar, ser serio y no abandonar, es que este gran profesional pudo una vez más demostrar que no importa de donde vengas siempre se puede llegar hasta donde se sueñe…